Jacinto Rovira nació en Aielo de Malferit en 1684, hijo de Juan Bautista Rovira e Isabel Juan Gozalbes. Sus hermanos eran Francisco José (1692), María Magdalena (1686) y Francisca (1689).
Cuentan los romances que desde niño era muy aficionado a las armas.
De joven, inició estudios en la Universidad de Gandía con el fin de convertirse en eclesiástico. Pero se cruzó en su camino una “niña bonita de sangre calificada” cuyo primo retó a un duelo a Jacinto por una cuestión de honor.
Salió Jacinto victorioso tras matar al primo de la niña y, perseguido por la justicia, huye a Zaragoza donde se alista en las tropas de Felipe V en plena Guerra de Sucesión. Tras ser herido en batalla lo trasladan a Martorell para su recuperación y allí, enamorado de nuevo, compite con otro militar que galanteaba a la misma dama y a quien también da muerte en un duelo, por lo que de nuevo se ve obligado a huir, embarcando en Barcelona en un viaje que le llevará por numerosas ciudades europeas en las que vivirá distintas aventuras.
De regreso a España, cerca de Gandía, tiene un encuentro con el hermano del primer hombre al que mató. Éste intentó vengarse y tras un enfrentamiento muere de un disparo del trabuco de Jacinto.
De nuevo huido, se refugia en las sierras Mariola y Aitana convirtiéndose en capitán de rebeldes “migueletes” hasta que es detenido y encarcelado, aunque poco después consiguió huir.
Dejando atrás una larga lista de delitos, cambia su nombre y huye del Reino de Valencia. Pero al llegar a Castilla es identificado y detenido en Albacete. Tras numerosas peripecias legales, es trasladado a la cárcel de las Torres de Serrano de Valencia. Sus jueces enviaron providencias a todos los lugares en los que Jacinto había cometido delitos: Universidad de Alfafara, Agres, Villajoyosa, Alicante, Pedreguer, Gandía, Biar, Ontinyent, Cocentaina, Chinchilla… con el fin de recopilar abrumadoras pruebas para una segura condena a muerte.
Pero in extremis Jacinto Rovira consigue fugarse de las Torres.
Dice el romance que tras nuevos lances de sangre, llega el arrepentimiento y pide asilo y confesión en el monasterio de Franciscanos de Albaida. Ya redimido y de nuevo en camino, sufre una emboscada organizada por sus muchos enemigos que le disparan hasta causarle la muerte.
“En esto paró Rovira.
Señores, y en esto paran
los que sin conocimiento,
ni Dios, ni ley soberana,
cometen tales delitos,
y causan tales desgracias”.
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