El hijo de Jaime, Francisco de Malferit, heredó Aielo, que ya contaba con una treintena de familias de moros vasallos y había alcanzado la categoría de “pueblo” superando a la de simple “alquería”.
Completó el sistema de acequias y construyó un canal de madera. Esto supuso un cambio fundamental en la historia de Aielo, ya que se duplicaron el número de familias moras residentes (de 30 a 60) y, por lo tanto, de casas.
Con motivo de la firma de las capitulaciones de boda de Francisco II de Malferit con Escolástica de Vilanova y Castellano en 1493, se unen las baronías de Aielo y Cairent en un único bloque indivisible.
A principios del siglo XVI, Aielo fue víctima de una terrible epidemia que segó la vida de un tercio de la población y dejó a las familias desestructuradas y a las tierras sin trabajadores.
Fue tal la magnitud del desastre que Francisco II de Malferit solicitó –y le fue concedida– al rey Fernando el Católico la exención del pago de impuestos durante 10 años.
La rebelión de las Germanías, en 1520, supondría una vez más un cambio importantísimo en la historia de Aielo.
La victoria final de los realistas –en cuyo ejército sirvió de forma destacada el señor de Malferit– y la imposición de la conversión al cristianismo a los musulmanes, transformó a los moros de Aielo en “moriscos”.
En 1534 Juan de Ribera, arzobispo de Valencia, decide reorganizar el mapa pastoral para incluir a las nuevas “parroquias moriscas”. Aielo, que dependía de la iglesia de l’Ollería, pasa a tener rectoría propia y, por lo tanto, a necesitar una iglesia que se instalaría provisionalmente en la antigua mezquita.
El señor de Malferit donó a la parroquia una casa contigua a la antigua mezquita y además los terrenos en los que actualmente está la iglesia.
En 1536 toma posesión de la baronía Francisco III “El Joven” que moriría 4 años después dejando como heredero a su hijo Jaime III de Malferit y Blai.
En 1568 se hizo cargo de la herencia Juan de Malferit y Carròs. En este periodo se produce un nuevo repunte de la economía de Aielo con su correspondiente crecimiento demográfico que llega a 70 familias. Se duplicaron las extensiones dedicadas a la huerta y se construyó el molino de Allà Baix. Juan fue sucedido por su hijo Lucas de Malferit y Vallebrera.
En 1599-1600 hubo un brote de peste del que Aielo se libró al implantar un cordón sanitario con guardias armados que impedían entrar a forasteros –posibles portadores de la enfermedad– en el pueblo.
En 1636 toma posesión de Aielo el hijo legitimado Francisco IV de Malferit. Probablemente por el hecho de residir en Aielo, este señorío aportó un nuevo impulso al pueblo propiciando el desarrollo agrícola. Gracias a esta actitud y a la sucesión de unos años sin guerras, ni plagas, con relativa estabilidad política y buen clima, empieza a forjarse una próspera localidad. La hija primogénita y heredera, Fausta de Malferit y Olzina se casó con Jacinto Roca y Ferrer, uno de los hombres más ricos e influyentes de Xàtiva. Ambos tomaron posesión de la baronía de Aielo y Cairent en 1676 y se convertirían en los primeros marqueses de Malferit.
En 1700 Aielo de Malferit contaba ya con 144 casas. Como herederos directos de Fausta, marquesa de Malferit, la sucedieron sus hijos Antonio, Ceferino, Francisco y Carlos, de forma sucesiva, tras morir en pocos años uno tras otro. El quinto hijo, Félix, no llegaría a heredar.
Durante la Guerra de Sucesión (1702-1714) los marqueses de Malferit, tras exiliarse a Madrid, tomaron parte activa luchando en el bando del Borbón Felipe V. Antonio de Malferit y Roca murió en combate en 1700, y le sucedió su hermano Ceferino de Malferit y Roca.
En 1732 se coloca la primera piedra de la nueva iglesia de San Pedro Apóstol coincidiendo con el año de la boda del cuarto marqués, Francisco V Roca-Ferrer y Malferit. El quinto marqués de Malferit, Carlos-José Roca-Ferrer y Malferit, sería el encargado de inaugurar la nueva iglesia en 1744.
En 1760 tomó posesión del señorío de Aielo el sexto marqués, Salvador Roca Pertusa Malferit y Milán de Aragón.
En 1792 los aielenses inician un larguísimo proceso judicial para liberarse del señorío del marqués que se prolongaría hasta 1858.
En octubre de 1797 una espantosa tormenta generó una riada que arrancó el acueducto de madera de la acequia (donde hoy está el puente de la Arcada). Al marqués y sus vasallos no les quedó otro remedio que dejar de lado sus diferencias y acordar el reparto de los costes de reconstrucción a fin de no perder la cosecha.
Aún así, la relación estaba ya tan enrarecida, que tras un arreglo provisional aún llevaría años culminar la reconstrucción definitiva.
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